Si hemos de creer en los estereotipos de Hollywood, los tipos creativos pueden definirse de dos maneras.
O bien son soñadores caprichosos, que pasan sus días dispersos luchando contra sus diversas neurosis antes de dar a luz a un genio en los momentos previos a una fecha límite inminente. Luego, satisfechos y engreídos, aparecerán en algún cóctel de lujo o en la inauguración de una galería, donde la gente alabará su inconmensurable talento.
O son del tipo "Peter Pan", que se resisten infructuosamente a los rigores de un horario de 9 a 5 y a las responsabilidades reales, y eligen malgastar su juventud escribiendo o diseñando o pintando con los dedos. Cuando ya no puedan pagar el alquiler de su estudio, pedirán ayuda a su padre, banquero de inversiones.
Pero la verdad es que el trabajo creativo es sólo eso: trabajo. Puede que sea algo poco tradicional y que conlleve una pizca de inseguridad, pero es una forma honesta de vivir.