Cómo salir de la depresión cuando trabajas como autónomo

Abordar el trabajo autónomo cuando estás averiguando cómo salir de una depresión es, cuando menos, duro.

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La depresión no suele anunciarse. En mi caso, se desvanece. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no han fregado los platos, y de que mi ropa está desordenada en mi habitación, y siento esa familiar pesadez psíquica en mi cuerpo cuando me despierto por la mañana. En algún momento me daré cuenta de que, efectivamente, estoy deprimida.

Cuando tenía un trabajo de oficina de nueve a cinco, estas rachas depresivas eran motivo de preocupación, pero no de pánico. Claro, no estaba al 100%, y podía ser difícil levantarme de la cama. Pero la opción de seguir adelante estaba ahí. Descubrí cómo subirme a la proverbial cinta transportadora y dejar que me llevara en mis días malos. También podía estar segura de que, aunque no rindiera al máximo de mis capacidades, seguiría ganando dinero.

Pero cuando la empresa de medios de comunicación para la que trabajaba quebró de repente, me encontré trabajando como autónoma para poder llegar a fin de mes. Rápidamente me di cuenta de que, con el trabajo autónomo, un día improductivo no es simplemente insatisfactorio. Es motivo de una crisis existencial.

Para empezar, ser autónomo requiere mucho más que escribir bien. Hay múltiples procesos distintos que un autónomo debe conocer, y todos ellos implican diferentes partes del cerebro. Creo. Tal vez. No estoy seguro. No soy neurocientífico.

Está el lanzamiento, que requiere un conocimiento contextual de lo que ocurre en las noticias. Está la redacción, que incluye mucha autoflagelación. Está la programación, que implica la autodisciplina de establecer tu propio horario. Y luego está el elemento comercial, la creación de redes y la facturación y los correos electrónicos de seguimiento cuando inevitablemente no te pagan durante semanas o quizás meses.

La mayoría de los autónomos son geniales en uno, decentes en algunos y malos en algunos de estos aspectos. En mi caso, me gusta la parte de escribir y mi ansiedad social hace que sea una mierda en casi todo lo demás. Pero la cuestión es que tienes que ser organizado. Tienes que estar en ello. Estamos hablando de más de una hoja de cálculo. Cosas que dan miedo.

Pero cuando estoy deprimida, todo empieza a desordenarse. El concepto de hacer cosas se vuelve desalentador, y la bandeja de entrada del correo electrónico se convierte en una maraña mental de múltiples tareas inacabadas de distinta índole. Hay facturas que presentar, recordatorios que enviar y cosas que escribir, y la depresión acaba con la voluntad de hacer cualquiera de esas cosas.

Y a pesar de las representaciones populares del escritor brillante y deprimido, en realidad la depresión hace que escriba realmente mal. La depresión puede hacerme olvidar por completo cómo funcionan las palabras. Cuando estoy deprimido, a veces me quedo mirando un documento de Word en blanco, asombrado de que, en algún momento de mi pasado, supiera cómo encadenar palabras para formar frases.

Necesitas frases, por cierto, si quieres hacer un ensayo o un artículo. A menos que te propongas algo realmente vanguardista.

Escribir como autónomo da mucha libertad. Pero esa libertad conlleva una falta de estructura. En mi caso, cuando estoy deprimida, cuando esa cinta transportadora no está ahí, me siento como perdida en el mar. Los días corren juntos, ya que los fines de semana no existen, y la soledad ciertamente no ayuda.

Lo más destacado, sin embargo, es la culpa. Cuando me cuesta levantarme de la cama, cuando tengo un día improductivo, sólo puedo pensar en cómo repercutirá negativamente en mis finanzas, y eso hace que me sienta frustrada conmigo misma.

Los días en que no estoy en ello debido a mi enfermedad mental, tengo la sensación de que las oportunidades se me escapan de las manos. ¿Y quién sabe cuál de esas oportunidades podría haber sido la buena? ¿Y si perdí el trabajo que podría haberme llevado a algo grande porque estaba deprimida?

Cuando trabajaba de nueve a cinco, tenía un horario concreto para el trabajo y para el tiempo personal. Pero con el trabajo autónomo, cada minuto de cada día es un minuto en el que podría estar ganando dinero. La depresión se apodera de todo mi tiempo y lo llena de vídeos de YouTube y de un montón de nada, lo que a su vez me inspira intensos sentimientos de culpa.

Por suerte, he tenido la suerte de trabajar con algunos editores increíbles. Muchos de los cuales, imagino, han estado antes en mi pellejo. Una de las cosas que me ha ayudado a sobrevivir es tener una comunidad de escritores y editores que comprenden mi situación.

Más allá del trabajo autónomo y más allá de la industria de los medios de comunicación, vivimos en un país que no se toma en serio la salud mental tan seriamente como debería. Tener una enfermedad mental todavía conlleva mucho estigma, y puede hacerte más probabilidades de ser despedido y menos probabilidades de conseguir un empleo en primer lugar.

También vivimos en un país donde los trabajadores estar mal pagado tanto si trabajan para una empresa como si lo hacen en la economía colaborativa.

Habrá que abordar ambas cuestiones antes de que las condiciones mejoren realmente. Pero mientras tanto, por muy peligroso que sea estar deprimido mientras se intenta salir adelante como autónomo, hago todo lo posible por recordarme a mí mismo que mi enfermedad mental no es algo de lo que deba sentirme culpable o por lo que deba castigarme. Es una enfermedad que tengo que gestionar. Como mi bandeja de entrada.

John Paul Brammer es escritor, conferenciante y activista residente en Nueva York. Su trabajo se ha publicado en The Guardian, Slate, BuzzFeed, NBC y muchos otros medios. Su obra combina lo profundamente personal con lo político. Puedes encontrar muestras de sus escritos, incluidos ensayos, memorias y reportajes en su página web. Síguelo en Twitter @jpbrammer

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